Diciembre, agazapado en España…

Atrás queda nuestro viaje a Grecia, el cuarto desde noviembre pasado en 2015. A estas alturas el año pasado, estaba yo como ahora recién llegado a Canarias, aunque ya con fecha prevista para volver a Lesbos en enero de 2016… Este año es distinto: no tengo plan de vuelta a Grecia. Sé que voy a volver, como he hecho en junio y en noviembre pasado; para seguir documentando la situación, para seguir comprendiendo la política de la Unión en lo que llamamos «crisis de Refugiados»; «last but not least», para visitar a mis incontables amigos en el país heleno… Pero, de momento, no hay billete a la vista… Ahora urge contar las vivencias; darle voz a los refugiados en un país como España, donde el problema parece aún importar sólo a unos pocos.

Porque a España no llegan más que un puñado de «casos vulnerables» y es en Grecia (y en Italia) donde siguen estancados, agazapados, muchos de ellos. Algunos, como saben ustedes, han ido llegando a Alemania… Se trata, como también saben, de sirios fundamentalmente, que encuentran refugio en Alemania a través de la reunificación familiar, principalmente; muchos otros refugiados sirios, iraquíes y eritreos siguen llegando a cuentagotas  a otros países como Holanda, Bélgica, Portugal…

A través de la reubicación, los países de la U.E.se han comprometido a realojar a unas determinadas cantidades de personas (cuotas o contingentes) que están en unas condiciones de alojamiento, cuanto menos comprometidas, en Grecia e Italia; por no decir, condiciones indignas… ¡Que lo son! E indignantes, que también lo son… Sobre todo cuando se tiene en cuenta que la gente lleva no pocos meses así alojada cuando lo máximo que sería aceptable sería unas pocas semanas… Pero esa gente no tiene opciones.

Aquí es donde se puede atisbar el fracaso de la política común de asilo en la Unión. No sólo hay una aplicación arbitraria en la aplicación de las directrices europeas en materia de asilo entre los distintos países miembros, con desventajas notables en consecuencia para un refugiado asilado en Alemania con otro, por ejemplo, en España.  También hay ahora una falta evidente del cumplimiento de las obligaciones contraídas ante las decisiones de la Comisión Europea, con sanciones aprobadas contra España y otros países miembros; sanciones emitidas por «no acoger». Porque los gobiernos como el nuestro (hasta hace pocos meses, «en funciones») parecen lavarse las manos y decir «este problema no es nuestro», ignorando deliberadamente los acuerdos alcanzados en diferentes Cumbres europeas, y pretendiendo que  cambien las circunstancias; confiando en que los refugiados y otros inmigrantes dejen de querer venir a países como el nuestro… Con el pretexto ya tan usado de: «es que a España no quieren venir».

Y lo cierto es que hay que reconocer que, quienquiera que sea que ha realizado tales cálculos, ha hecho un buen trabajo por cuanto están logrando los objetivos: mantener a raya a los refugiados. Pero, como en todo cálculo, hay variables en sus ecuaciones que no han despejado del todo: el movimiento de la sociedad civil en nuestro país sigue creciendo y los miles de españoles voluntarios en Grecia durante el presente año empezamos a tejer redes y a ganar poco a poco influencia sobre nuestros conocidos, sobre personas desconocidas hasta que volvemos a casa y empezamos a contar los abusos que hemos presenciado en Grecia por parte de las autoridades. Contamos también con pequeños medios de prensa y radio que se hacen eco de nuestras historias y que no están dispuestos a silenciar la historia de fondo que los grandes medios enmudecen día tras día mientras nos bombardean con cifras económicas, amenazas terroristas y fútbol, entre otras pocas cosas más.

Cada vez somos más personas las que pensamos que los refugiados deben tener una oportunidad de rehacer su vida también en países como el nuestro; los que queremos que los refugiados sean nuestros vecinos y a los que estamos dispuestos a abrir la puerta de nuestras casas. Los que pensamos que y hacemos por ser libres y porque nuestra sociedad también lo sea…

Estamos en España y vamos a pasar a la acción aquí, al tiempo que les seguimos contando lo que está pasando allí al lado.

 

 

 

Reencuentros, surrealismo y otras realidades en Lesbos

Nuestro viaje a Grecia no podía cobrar sentido pleno sin pasar por Lesbos y para entender esto era preciso venir y acompañar a mis amigos aquí presentes para, a través de sus diversas situaciones, comprender la realidad del proceso de registro y gestión de este flujo migratorio en Grecia, que en la Unión Europea se ha denominado “crisis de los refugiados”.

A día de hoy y, si bien las relaciones entre la U.E. y Turquía no pasan por su mejor momento, aún prevalece el acuerdo de devolución a este último país de todas aquellas personas que hayan llegado irregularmente a Grecia desde el pasado 20 de marzo. Todas estas personas son registradas y, a marchas forzadas, se intenta agilizar un proceso acelerado de asilo por parte de la Oficina de Asilo griega con el apoyo de la EASO (European Agency Support Office).

También a marchas forzadas se adaptan campamentos y centros de detención por toda Grecia, principalmente alrededor de las grandes ciudades (Atenas, Tesalónica…) para alojar a los potenciales refugiados mientras se resuelve su procedimiento de asilo. Estos campamentos se encuentran a tope de ocupación y en la gran mayoría de situaciones no están bien acondicionados para albergar a todos estos inmigrantes. Aquí es donde entran en acción las ONG, que van solicitando y obteniendo permiso para asistir en unos u otros campamentos. Y, tal como contábamos en la entrada anterior referente a Atenas, estos permiten un acceso cada vez más restringido de personas externas al centro y a las organizaciones aceptadas en cada sitio. Lo mismo ocurre también en Lesbos.

Mi amigo Fawad Faiz y su familia se encuentran alojados desde hace un mes en un antiguo hotel a 5 kilómetros de Mitilini, que ahora gestiona Cáritas y que alberga fundamentalmente familias afganas y sirias. Es ACNUR quien se ocupa de coordinar el realojamiento. No se permiten visitantes. Yo he estado dos veces en el centro pero con una autorización excepcional. La primera, la consiguió el mismo Fawad. No tenían información de ningún tipo sobre la situación en que se encontraba su procedimiento de asilo. El abogado que ACNUR les había designado (de una ONG griega: Metadrasi) no respondía a las llamadas de Fawad y, a diferencia de Kara Tepe, el campamento en el que se encontraban antes de que naciera su nueva sobrina, donde estaba ACNUR y otras organizaciones, aquí, en este hotel, más allá de la comida, atenciones básicas y servicios médicos, no tienen acceso alguno a información. La segunda vez que los visité, ayer, fue junto con la primera abogada que tomó su caso cuando aún estaban en Moria y buscábamos realojarlos en Kara Tepe. En esta ocasión, concertamos una entrevista para iniciar el proceso de reunificación familiar con su hermano mayor que vive en Londres. En medio pasaron casi dos semanas de diálogo abierto con personal de ONG varias y abogados. A corto plazo no hay nada a la vista, pero para Fawad y hermano Farhad, de 11 años, se abre una nueva posibilidad. La reunificación está descartada para su hermana Farrangis, su marido Abdulah y los tres niños. Son una familia aparte y, desde el punto de vista jurídico, sólo pueden solicitar la opción de asilo político en Grecia. Son un caso vulnerable, pero uno de tantos miles y, como son afganos, tendrán que esperar aún para que les den cita para la entrevista pertinente en la que puedan solicitarlo. Además, la familia llegó justo después del 20 de marzo, con lo cual está por ver lo que pasa.

Apenas acaban de ser entrevistados los sirios, las autoridades comienzan a dar cita a refugiados de otras nacionalidades. Mientras que los afganos se encuentran en un impasse, de repente parece llegarles el turno a los paquistaníes e iraníes. Todos los que están activos en los campamentos con los que he hablado estos días (personal de ONG varias, voluntarios, periodistas…) están de acuerdo en que se trata de una maniobra para agilizar la deportación de una gran parte del flujo migratorio a Turquía, máxime por cuanto peligra a corto plazo la estabilidad del acuerdo con la U.E. Y cómo los paquistaníes e iraníes han sido discriminados desde el principio de este año (juntos con otras nacionalidades no tan mayoritarias de Asia y África: Sri Lanka, Bangladesh, Marruecos, Algeria, etc.) no es de extrañar que en esta cita que les están dando para exponer sus razones para el asilo (les dan una tarjeta de Solicitantes de Protección Internacional) apenas tengan ocasión de exponer sus a menudo sobradas razones.

La incertidumbre es de las peores cosas. Pero en este último viaje presenciamos algo aún peor: la desesperanza. Muchas son las razones que han hecho a esta gente perder la esperanza. A la incertidumbre compartida por cualquier trabajador o voluntario activo en los campamentos y centros, se suma la confusión que crean las autoridades con cambios continuos que afectan al día a día de los refugiados. Yo he podido comprender esto gracias a mi amigo Sher Afzal, que desde hace un mes se ausenta del centro policial de Moria desde la mañana hasta la noche, para evitar las tensiones y las peleas que a menudo se crean por la falta de algo o de todo: espacio para dormir, comida de calidad, hojillas de afeitar (muy importantes para ellos) y, sobre todo, desde hace más de semana y media, agua corriente. Es totalmente inaceptable. Apenas sale agua de los grifos del centro en horarios diurnos. La gente se tiene que duchar por la noche o muy temprano por la mañana. Y estamos hablando de 2500 personas de promedio y días de treinta y largos grados centígrados. Lo peor es que nadie dice nada, nadie sabe por qué. Recientemente, con la visita de Ban Ki Mon a Lesbos, en la que apenas accedió al centro de Moria, varias organizaciones han hecho alarde de las mejoras que van a realizar para el centro próximamente. Pero la miseria de este lugar sólo la siguen sufriendo los refugiados como Sher que no pueden abandonar la isla de Lesbos y algunos si quiera tienen la documentación pertinente para hacer noche fuera de Moria. Esto último quiere decir que, si lo hacen, se arriesgan a que los trasladen a centros de detención en la península (griega), como ocurrió a unos 60 refugiados al poco de llegar yo a Lesbos esta última ocasión. Las detenciones continúan siendo arbitrarias y clandestinas: en resumen, ilegales. De aquellos arrestados y encarcelados, poco se sabe, pues pocas organizaciones tienen presencia en esos centros.

El caso de Sher y de muchos otros paquistaníes es igual de incierto pero al menos gozan de libertad de movimiento por la isla. Sher se ha alojado desde hace más de una semana en la misma casa en que me alojo yo, gracias a las aportaciones de ustedes a nuestro crowdfunding. Aquí ha encontrado una paz mental que le permite dormir por las noches, comer bien y pensar mejor a la hora de dar sus pasos. Hoy, después de intentarlo toda la semana pasada, logramos entrevistarnos con un abogado griego de Mitilini, que está solicitando el permiso policial para que Sher pueda ser trasladado a Atenas y que le realicen allí una exploración médica que los hospitales de Mitilini no le pueden hacer, por no contar con los medios. Sher cuenta con informes médicos favorables pero el permiso se retrasa ya más de 15 días. Y se suponía que iba a ser cuestión de tres o cuatro días. Esto fue justo ayer en Mitilini, Lesbos. Y, mañana, en apenas unas horas, volveremos al despacho del abogado junto con otros refugiados paquistaníes más, que también precisan de asistencia jurídica y a los que vamos a intentar ayudar.