Los más marginales de entre los Refugiados

Polykastro es una localidad tranquila y apartada del norte de Grecia, de la Macedonia griega. Las montañas que se divisan cercanas al noreste y noroeste anuncian el final del territorio heleno y la delimitación con la Macedonia balcánica, Skopje.Los Refugiados que se alojan en esta localidad y en el cercano campamento de Nea Kavala presentan una situación administrativa regular, lo que sginifica que pueden tener una vida normalizada, con cierta libertad de movimientos y estabilidad económica, pues perciben una paga como solicitantes de asilo admitidos a trámite.

Pero hay otros Refugiados, no admitidos a trámite como solicitantes de asilo, cuya vida está limitada a la clandestinidad,  por ser su situación irregular. Algunos (o muchos según se mire) los llaman «ilegales».

A estos Refugiados sólo llegamos, desde nuestro humilde proyeto de integración en Polykastro, a través de los voluntarios de organizaciones colaboradoras con experiencia en distribución de comidas en Tesalónica. Sus manos reparten los 1.500 panes árabes que les entregamos de nuestra panadería. Ayer, tras un mes aquí, logré darme un salto con algunos de ellos y presenciar una de sus distribuciones en la ciudad.

Para ello, el grupo elige tres emplazamientos. El primero y para mí más impactante es el que llaman «la mansión», si bien aquí no hubo incidentes pues, salvo algunas comidas que fueron a las manos de personas griegas que viven en la calle y que fueron las primeras en llegar,  le entregamos las raciones de comida a un chico que bajó a recibirnos en la más profunda oscuridad  del interior de la «mansión» (ya es noche cerrada desde las 20 horas). En el segundo punto, la cola de personas de tez oscura que se alineaban tras la furgoneta del grupo tardó mucho en desaparecer… Hasta el punto de que los voluntarios tuvieron que cerrar las puertas y reservar un mínimo de raciones para el tercer lugar de reparto. Esto orginó un cierto malestar entre los que se quedaron a las puertas, si bien, en mi opinión, los que más se quejaban perfectamente podían ser repetidores en la fila (o así convenimos en pensar todos), aunque tampoco pudiéramos estar seguros.

En el tercer lugar, el más abierto o expuesto de los tres, la comida resultó ser claramente insuficiente, lo que era obvio nada más empezar el reparto a tenor de la magnitud de la cola. La ansiedad del no tener para todos se palpaba en las caras de los voluntarios y, poco a poco, en las de las personas en la fila, que se arremolinaba pegada a la puerta trasera de la furgo y parecía convertirse en una fila de tres y hasta de cinco personas, en lugar de una fila de uno en uno. Varias mujeres musulmanas con su cabellos cubiertos por el pañuelo se mantuvieron un buen rato las primeras, con varios niños metidos de por medio, pretendiendo llevarse hasta cinco comidas por cabeza, mientras los dos voluntarios que repartían se esforzaban en decirles que sólo una comida por persona. Al final, a varias de ellas les dieron las comidas que pedían pues, me decían, les habían enseñado sus acreditaciones y les correspondían esos números. Poco después, las puertas de la furgo se cerraban y la arrancábamos de vuelta al centro de la Soul Food Kitchen, a las afueras de Tesalónica, con la desazón del que quiere pero no puede.

Ya no recordaba lo que era una distribución, y esas sensaciones que genera. Acabé cansado de los repartos de comida en la época de la «Moria de puertas cerradas» tras el acuerdo con Turquía, donde viví el día a día este tipo de situaciones. Pero necesitaba ver a estas personas, a estos apestados del sistema entre los que, cada vez más, se encuentran Refugiados, esto es, solicitantes de asilo rechazados o abandonados a su suerte. Refugiados de segunda y tercera categoría: paquistaníes y afganos. Bangladesh y Sri Lanka… Y quién sabe de qué más países. Son estos los Refugiados que la gran mayoría de voluntarios españoles que vienen a Grecia no encuentran… Pero a los que yo siempre he conocido desde mis primeros viajes a Lesbos. Y, lo cierto es que, cada vez que me encuentro y entablo conversación con algunos de ellos, encuentro la totalidad del sentido de lo que estoy haciendo. ¡De lo que estamos haciendo! Porque, si estás leyendo este blog; si estás apoyando esta campaña que ahora entra en su segundo año, esta es también tu causa.

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